La caja negra de Fukushima
25 de enero de 2012
La peligrosa falta de urgencia a la hora de extraer lecciones de la catástrofe nuclear de Japón
Desde la catástrofe de Three Mile Island de 1979, se presupone por principios que los sistemas complejos fallan de formas complejas. Este enfoque ha sido cierto en términos generales en el caso de Fukushima, aunque los fallos suelen parecer absurdamente elementales. En el archipiélago más propenso a sufrir terremotos, TEPCO y sus organismos reguladores no tenÃan ningún plan de gestión de emergencias para el caso de terremotos y tsunamis (dando por supuesto, según parece, que la central estaba construida a prueba de ambos fenómenos y no se producirÃa ningún hipotético accidente exclusivamente por causas internas). En caso de catástrofe nuclear, TEPCO contaba con una sede central de emergencias en el exterior, a 5 kilómetros de la central, que no estaba construida a prueba de radiaciones y, por tanto, fue efectivamente inútil. En el interior de las instalaciones, los trabajadores de su reactor número 1 no parecen haber estado familiarizados con un sistema de enfriamiento de emergencia llamado «condensador de aislamiento», del que erróneamente pensaban que seguÃa funcionando después del tsunami. Sus superiores cometieron el mismo error, asà que en el crucial plazo de seis horas se echó a perder antes de que se desplegaran otros métodos de enfriamiento de las barras de combustible atómico sobrecalentadas. En parte, fue como consecuencia de esto por lo que el primer reactor explotó el 12 de marzo.
El gobierno fue casi igual de incompetente. Naoto Kan, el entonces primer ministro, instaló la oficina central de gestión de la crisis en la quinta planta del Kantei, su residencia oficial. Pero el personal de emergencia de diversos ministerios quedó relegado a los sótanos y hubo problemas de comunicación frecuentes, no solo porque los teléfonos móviles no funcionaran bajo tierra. A la oficina del primer ministro no se le facilitaron datos esenciales sobre la estimación de la dispersión de materia radioactiva, de manera que evacuados como los de Namie no recibieron información alguna sobre adónde debÃan dirigirse. Esa es la razón por la que se metieron de lleno en la nube radioactiva. El informe culpa al gobierno de suministrar información que solÃa ser falsa, ambigua o retardada. Tal vez el mayor fallo fue que nadie que ocupara un cargo de responsabilidad (ni en TEPCO, ni en sus organismos reguladores) se habÃa propuesto mirar un palmo más allá de sus narices en cuestiones de planificación de catástrofes. Nadie parece haber intentado jamás «imaginar lo impensable».
TodavÃa hay infinidad de cosas por las que seguir preocupado. Aunque el gobierno declaró el 16 de diciembre que la central habÃa pasado a la situación de «parada en frÃo», buena parte del sistema de refrigeración es una chapuza y, seguramente, sigue sin estar a prueba de terremotos. El 1 de enero un movimiento sÃsmico ocasionó que los niveles de agua descendieran temporalmente en una vasija que contenÃa barras de combustible usado altamente radioactivas.
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