Banderas de nuestros padres
17 de agosto de 2012
Banderas de nuestros padres, de David Torres en Público
Han hecho bien en multar a ese imprudente que iba provocando con una bandera republicana en un partido de balonmano, pudiendo provocar con una bandera del Real Madrid o del Liverpool, que tampoco es que tengan mucho que ver en un encuentro entre España y Argelia, pero que son sÃmbolos reconocidos por los que siempre merece la pena liarse a hostias. Es que hay gente que ve una bandera republicana y le entran ganas de volver a la guerra civil, de entrar en el desván del abuelo y revolver entre las ideas decrépitas hasta desempolvar una escopeta de postas.
Con esta nueva normativa queda más o menos justificado que al primer guiri al que se le ocurra salir por Benidorm con una camiseta de la Union Jack ya puede andar bien atento, no vayan a caerle encima dos guantazos bien dados: qué es eso de andar cachondeándose de lo de Gibraltar en medio de una playa española, no te jode. No te digo nada si la camiseta en cuestión lleva las barras y estrellas, hay algunos que no perdonan todavÃa lo de la guerra de Cuba y podrÃan caerle encima un montón de hostias retrospectivas, desde Vietnam hasta Irak pasando por el plan Marshall.
Tal y como lo han explicado en el Congreso, una bandera nunca es un sÃmbolo inocente ni un trapo pintarrajeado, ojo, sino una buena excusa para arremangarse y empezar a repartir estopa. Es lógico que piense de ese modo una manada de patriotas cuyo exhibicionismo llegó al extremo de plantar una bandera española del tamaño de un campo de tenis en mitad de la plaza de Colón, no fuesen los transeúntes a equivocarse y pensar de repente que estaban en Guatemala. Es la misma psicologÃa que esos chulos de discoteca que se incrustan un pepino en la bragueta, para que se distinga de lejos que ellos son muy machos. Hace poco esa enseña gigantesca (cualquier dÃa sopla una ventisca y sale volando la plaza) cayó desgarrada al suelo y muchos vivieron el desplome textil como una metáfora de la patria que se está yendo a hacer puñetas, metáfora coetánea de ese último planchazo real en que todavÃa no está claro si Juan Carlos estaba bailando break con la nariz o habÃa inaugurado ya las vacaciones y no le trajeron a tiempo la piscina.
Pero es verdad, hay que reconocer que algunas banderas ponen nerviosa a la peña, a mà me pasa con la esvástica y con el águila franquista que, no sé por qué, me trae a la memoria el aroma churruscado del Kentucky Fried Chicken. Ha pasado mucho tiempo pero todavÃa queda gente a la que la tricolor republicana le recuerda un gobierno legÃtimo y de inmediato, por puro instinto patriótico, echan mano a la cartuchera.