Nadando a favor de la corriente
29 de julio de 2014
Posibilismo, nadando a favor de la corriente, de Rosa María Artal en Zona Crítica de eldiario.es
La sucesión en el PSOE ha salido del mismo palo, el de los muy adictos a dejar todo como está.
El día que firmó la salida de un trabajo al que adoraba por un ERE, un responsable le dijo: menos mal que estábamos nosotros. Y lleva varios años preguntándose qué diferencia –sustancial- supuso esa eventualidad.
La disyuntiva se planta una y otra vez de frente en nuestras vidas: lo bueno o lo menos malo, el todo o “al menos” una parte. El posibilismo tiene excelente prensa, habla de negociación y se delimita sobre todo por a qué se opone, según sus partidarios. A radicalismo, extremismo, fundamentalismo (que no son sinónimos). Implica, como definición, aprovechar las opciones que existen para solucionar conflictos aunque no sean del agrado de quien termina por utilizarlos. Los posibilistas piensan que deberían obrar de otra forma, pero un estamento o moral superior les induce a proceder contra su voluntad. Sin traumas, terminan viéndose muy responsables al mirarse en su espejo.
Lo esencial en todos los casos es el papel que el posibilista se otorga a sí mismo. Menos mal que está él allí. Y por ese protagonismo se erige en juez o ejecutor de asuntos de gran trascendencia, dado que el posibilismo cuenta con grandes adeptos en la política o el sindicalismo, por ejemplo, diciéndose que otros en su lugar aceptarían mayores manipulaciones.
Tras dejar Franco todo “atado y bien atado”, ya se sabe, hervía España entre dos actitudes a tomar: Ruptura o Transición. Y triunfó de nuevo el posibilismo. Consagrando la impunidad para los golpistas y responsables de la eterna dictadura. Enquistando asimismo el problema. Al punto que el franquismo ha estallado en metástasis.
Y así estamos. También Zapatero se creyó en la misión histórica de, cediendo a presiones, meternos el neoliberalismo en la Constitución para que –hasta que no se cambie- tenga prioridad pagar a los especuladores sobre cualquier necesidad de los ciudadanos.
Algún brío mucho menos conformista mostró Rubalcaba en su trayectoria, pero al final se vio igualmente impelido a quedarse hasta dejar bien apuntalado el sistema de lo que ellos consideran posible. Menos mal que él estaba allí, se lo agradece hasta el PP. Aunque tanto cocieron en el caldo los militantes destacados del PSOE, que la sucesión ha salido del mismo palo, el de los muy adictos a dejar todo como está. La nueva ejecutiva destaca por su intenso olor a posibilismo. Gente de orden y bienpensante donde los haya. Orgullosos de las decisiones duras pero solventes que tomó Zapatero como manifestaba el número dos del PSOE, César Luena. El nuevo líder, Pedro Sánchez, se ha ocupado de dejar bien claro que “no es posible” no pagar la deuda. En su opinión… posibilista.
Y hay que ser posibilista. ¿Hay que ser?
Una y otra vez, tengo la impresión de que muchos de los que se congratularon de estar allí, menos mal, tomando decisiones duras (no para ellos), hubieran debido irse bien lejos antes de estampar su aquiescencia. Pero es un dilema serio. A la vista de los resultados, diría que los pasos que da el pragmatismo, el posibilismo, lo son encaminados con decisión y firmeza a la derrota total.
“Solo los peces muertos nadan a favor de la corriente”, dice un proverbio alemán.